lunes, 15 de junio de 2015

5. ANTIPÁTICA

Cuando Carolina y yo llegamos al pub, aún era muy pronto y a penas había gente. Sólo estaban algunos compañeros y compañeras del instituto. Saludamos debidamente a todos aquellos que conocíamos, algo que nunca he llegado a entender del todo. Pues cuando con aquellas personas coincidíamos en el instituo, nos saludábamos con un simple "hola", o ni si quiera nos dirijíamos la palabra y, lo mismo pasaba si el encuentro era un día cualquiera por la calle o en un centro comercial. Pero si el encuentro se hacía en fin de semana, entonces la cosa cambiaba y nos saludábamos con dos besos y nos preguntábamos qué tal, que cómo nos iba la vida, como si llevásemos años sin vernos. Las canciones que sonaron aquel verano del año 2000, eran animadas y pegadizas. Hablaban de sol, de playas, de amor... y yo me las aprendí todas. Y aún hoy, en enero del 2015, si escucho alguna de ésas canciones en la radio, de alguna manera, me siento transportada al verano del 2000, cuando yo esperaba ansioasa en el pub la llegada de Roberto. Y me parecía que todas aquellas canciones, hablaban de nuestra historia. Durante toda la noche, me mantuve alerta y muy pendiente cada vez que la puerta del pub se abría. Pero nunca era Roberto. Miré desilusionada a Carolina: -¿Es que Roberto no va a venir? -Yo no sé qué te ha dado con ése chico. Mira, hay un montón de chicos guapos y me he fijado en que aquel, no ha dejado de mirarte. Ni si quiera presté atención. No me interesaba ningún chico que no fuese Roberto, por extraño que pareciese, dado mi carácter ligeramente romántico y enamoradizo. Suspiré desilusionada. Un muchacho se nos acercó. Era Carlos, el chico que le gustaba a Carolina. A mí no me caía bien y sabía que yo a él tampoco. Carolina se puso muy contenta y en seguida se puso a charlar animadamente con él. La envidié por ello. Yo nunca podía hablar con los chicos que me gustaban con aquella naturalidad y frescura. Recordé cuando un día en el instituto me armé de valor y quise hablar con Alberto, el chico más guapo de todo el centro. Fue un auténtico fracaso. Se me cayeron todos los libros que llevaba en las manos. Yo me agaché para recogerlos y, mientras lo hacía, pensé que tal vez pasaría como ocurría en las películas americanas y entonces él, también se agacharía, los dos cogeríamos un libro a un tiempo, nos miraríamos fijamente y... ¡tachán!, habría surgido el amor. Pero no fue así como pasó. Por el contrario, yo me agaché y él se quedó observando sin inmutarse. Cuando acabé de recoger todos los libros, me dijo que qué quería y yo, muerta de vergüenza, no respondí y él se marchó. En realidad, lo que quería era pedirle una cita. Bueno, no una cita como en las películas. Pero sí proponerle quedar un día. Tal vez una chica como yo, nunca debió pensar si quiera en proponerle algo así al chico más guapo del instituto. Y como era de esperar, yo nunca tuve mi cita con Alberto. La tuvo Laura y Alejandra y Pilar y muchas otras. Pero ya no importaba Alberto. Ahora mi corazón y absolutamente todo mi ser pertenecían a Roberto y si tenía la suerte de verle ésa noche hablaría con él, de la misma manera en que Carolina hablaba con Carlos. Y entonces, comencé a divagar... y pensaba que si Roberto aparecía, le saludaría con alegría y normalidad. Le preguntaría cómo había pasado el día y qué tal le iba en la universidad y entonces, comenzaríamos una animada charla que duraría toda la noche. O mejor, hasta el amanecer. Hablaríamos de Platón y Kant, proque él sería estudiante de filosofía y yo, amante del pensamiento clásico, le escucharía con atención. También hablaríamos de escritores y yo le contaría que estaba leyendo "Niebla" de Unamuno. Y así pasaríamos toda la noche sin dejar de hablar... -Shere, ¿en qué piensas? Llevas un rato embobada ¿o es que estás mirando a alguien? Salí de mis pensamientos. -¿Dónde está Carlos? -Se marchó hace un rato y me ha contado algo que te gustará-presté atención-resulta que conoce a Roberto y sus amigos. ¡Ha sido una casualidad! Resulta que me cuenta que mañana juega un partido con su nuevo equipo y entonces dice que, el resto de jugadores, son algo más mayores que él y que hay un chico muy majo que se llama Roberto y que tiene un amigo que se llama Óscar... evidentemente, no puede ser otro que tu Roberto. El caso es que me ha dicho que vaya a verle jugar. Deberíamos ir, así yo veré a Carlos y tu volverás a ver a Roberto. Algo muy común en el pueblo era que, las chicas fuésemos a ver jugar a los chicos. En realidad, yo cuando había ido, por un lado me había aburrido soberanamente porque el fútbol me parecía rematadamente tedioso, pero por otro lado, era sumamente excitante ver a un montón de chicos guapos. -¡Sí Carolina! ¡Vayamos! Grité más que entusiasmada. -Podrías quedarte a dormir a casa y así por la mañana iremos juntas al campo. Además hace mucho que no duermes en casa. Era verdad. Carolina y yo, desde hacía unos años y a pesar de lo que había pasado con Mariano hacía dos años, eramos prácticamente inseparables. Muchas veces dormíamos una en casa de la otra. Y pasábamos la noche cotilleando de todas las muchachas del pueblo y alabando o criticando a tal o cual chico. Podíamos pasarnos así la noche entera. Muchas veces habían dado las seis de la mañana y nosotras seguíamos hablando sin parar. A mí me encantaban aquellas noches. Reíamos mucho y soñábamos despiertas imaginando romances imposibles. -Debemos ir a mi casa y decirle a mi madre que duermo contigo. -Mis padres no están-dijo Carolina pensativa- ¿Qué te parece si decimos a tu madre que nos vamos a dormir a mi casa y volvemos aquí? ¡Podremos llegar más tarde de las once y media! Concluyó emocionada. Yo sonreí y un nerviosismo de rebeldía me recorrió el cuerpo. Siempre había sido tan obediente que engañar de aquella manera a mi madre, me parecía increíblemente emocionante. Fuimos a mi casa como había sugerido Carolina y tras obtener el permiso para ir a dormir a su casa, volvimos al pub. Al entrar, todo me pareció muy raro. Normalmente, debía estar en casa a las once y media y ahora pasaban de las doce. Ya no conocía a nadie de la gente que había en el pub. Todos los compañeros del instituto parecía que también debían estar en casa a las once y media. Y toda la gente me parecía muy mayor. Me sentí muy incomoda, pero a Carolina no parecía importarle estar rodeada de gente de dieciocho y diecinueve años. -¿No crees que la gente es muy mayor? Pregunté a Carolina. Y antes de que ella respondiese, vi que un muchacho que se apoyaba en la barra, me sonreía y con un ademán de la mano me decía que me acercase. Yo le había visto alguna vez por el instituto, iba a segundo de bachillerato y había tenido una novia pelirroja que estudiaba bachillerato de arte. Le miré confundida e inmediatamente, miré detrás de mi, pensando que seguramente estaba llamando a otra persona. Pero detrás de mí no había nadie. Le volví a mirar y volvió a hacer el mismo gesto. Más que sorprendida, le miré y señalándome a mí misma, dije: -¿Yo? El rió graciosamente y asintió. -Carolina, ése chico, me está llamado. -¡Ya lo he visto! Lo que no sé es porqué sigues aquí. Y me empujó. Llegué hasta él mirando a Carolina con reproche. El muchacho me cogió la mano y me dijo: -¿Quieres tomar un chupito conmigo? Asintí confundida. -Soy Bello. ¿Bello? -Y yo preciosa. Respondí altiva. El chico rió ligeramente antes de decir: -Es mi apellido, así me llama todo el mundo. Sentí que calor en la frente y supe que mi cara se había teñido carmesí. -¿Cómo te llamas tu? -Sherezade. -¡Vaya, qué nombre más bonito! Y acto seguido me dio dos besos. Estaba acostumbrada a que todo el mundo me dijese que tenía un bonito nombre, pero no a que me lo dijese un chico tan bien parecido. Nos sirvieron dos chupitos y temí que estuviera fuerte. Cogiendo el suyo, Bello me miró directamente a los ojos y brindando conmigo, dijo: -Por ti. La mexcla de sus palabras con sus ojos clavados en los míos, me pusieron muy nerviosa, pero sin pensar demasiado, me llevé el vaso a la boca y tragué sin respirar. Por el fuerte sabor, deduje que era whisky, ligeramente rebajado con lima. Me ardió la garganta, pero disimulé y aunque por dentro estaba muriendo, sonreí. -¡Vaya! una chica fuerte. Exclamó él. Yo sonreí y volví al lado de Carolina. Una vez hubimos llegado a casa de Carolina, revivimos mi conquista una y otra vez sin parar de reír. Así que, a pesar de que no había visto a Roberto, lo habíamos pasado muy bien. Y lo mejor era que la noche no había acabado. Como solíamos, Carolina y yo nos quedamos hablando horas y horas. Recordamos antiguas noches en las que habíamos dormido juntas, como la noche en la que Carolina había hablado en sueños, o en la que yo me había puesto un wonder bra y había imitado a Jessica de "Las gemelas de Sweet Valey". También recordamos antiguos amores, como cuando yo estaba profundamente enamorada de Jesús y del Power Ranger azul. También del profesor de prácticas de gimnasia, Alberto y porsupuesto, de mi querido Iván, del que aún no me había olvidado del todo. De hecho, he de reconocer que aún a día de hoy, si alguna vez me lo cruzo en la calle o el metro, no puedo evitar sonreír, pensando en lo mucho que me gustaba a mis sólo doce años de edad. Nos probamos vestidos y modelitos para el partido del día siguiente. Yo estaba increíblemente emocionada sabiendo que por fin, volvería a ver a mi Roberto. Y por fin, a las seis de la mañana, nos fuimos a dormir. Ya sólo quedaban tres horas para el esperado partido y yo, me acosté con un pequeño cosquilleo en la tripa y el corazón latiendo muy fuerte. Qué deliciosos nervios sentía. Aún no había amanecido del todo cuando yo ya me había despertado. Sonreí alegremente y dándo un salto de la cama, miré a Carolina esperando que ella se despertase con la misma alegría con la que yo me había despertado. Pero no fue así, así que casi en un susurro, dije: -Carolina. Carolina, despierta. Pero Carolina no se despertaba, así que volví a decir un poco más fuerte: -Carolina, llegaremos tarde al partido. Y como tampoco resultó, casi gritando, dije: -¡Vamos, Carolina, despiertáte ya! Son las ocho de la mañana. -Déjame dormir. Dijo ella visiblemente molesta. -¿Perdona?-dije más que sorprendida. Y es que no estaba dispuesta a perderme el partido-¡Despierta ya Carolina! Dijimos que iríamos al partido e iremos al partido. Desde luego que iríamos. Yo tenía que ver a Roberto, pues no me creía capaz de vivir una semana más sin verle. Estaba segura de que de no ser así, podría llegar a morir de pura nostalgia. Y cuando creía que finalmente me perdería el partido, Carlina abrió los ojos. Se desesperezó lanzando un gruñido y dándo un salto de la cama, me dijo: -¡Vamos! Metete en la ducha, mientras yo, haré las camas. Obedecí sin rechistar y en poco menos que media hora, las dos estábamos listas para salir de casa. Era una clarísima mañana de principios del mes de junio. Aún no había amanecido del todo y el horizonte tenía ése delicioso tono violeta con destellos de fuego. Cogí todo el aire que pude y sonreí feliz. Ah, ése amor de adolescencia. Ése enamoramiento que todo lo puede. Ése que creemos para siempre, y que realmente lo es, por que nunca, nunca, se olvida. Mientras cáminabamos bajo el cielo de la mañana con dirección al campo de fútbol, Carolina y yo íbamos imaginando un montón de situaciones que esperábamos que realmente ocurrieran. -Tal vez, después del partido, se marchen todos los jugadores a tomar algo, así que, debemos ser simpáticas para que nos inviten a ir con ellos. -¡Sí!-dije yo emocionada-eso sería perfecto. Pero Carolina,-me puse seria-si algo así llega a ocurrir, debes ingeniártelas y ayudarme, de tal manera que, al final, sólo nos quedemos Roberto y yo. Carolina lanzó una carcajada, antes de decir: -¿Y para qué quieres qudarte tu sóla con Roberto? Realmente Shere, ni te imagino intentando conquistarle. Te he visto otras veces con chicos que, aparentemente te gustaban mucho menos y no eras capaz ni de formar una frase completa, si te quedases sóla con Roberto, apuesto a que no serías capaz ni de hablar. Lancé a Carolina una mirada fulminante y dije: -Qué poca fé. Bueno, tal vez tengas algo de razón, pero con Roberto sería diferente, porque él llevaría la iniciativa, de tal manera que yo no tendría que hacer ni decir nada. -Si tu lo dices. Concluyó Carolina con resignación. Realmente me ofenió que Carolina confiase tan poco en mí. Era cierto que normalmente no era capaz de hablar con ningún chico que me gustase y realmente así era difícil poder conquistar a ninguno, ¿pero a caso no podría ocurrir que Roberto quisiera conquistarme a mí? Por fin llegamos al campo de fútbol y mi corazón latía furiosamente. Miré con atención a los campos de fútbol, pero entre todos los chicos, no podía distinguir a Roberto. -¿Le ves? Pregunté. -No, no veo a ninguno. Tampoco a Luis. Sentémonos en las gradas. Una vez estuvimos sentadas en las gradas, la visión de los dos campos de fútbol, era muy buena. Me puse a mirar con atención, buscando a Roberto con la mirada, cuando Carolina empezó a reirse nerviosamente. -¿Qué ocurré? Pregunté mirándola sorprendida. -Justo en frente. Mira, el chico de anoche. Miré dónde ella me indicaba, pero aún, sin ser consciente de a quién se refería. Y entonces le vi. Era Bello, quien me saludaba con energía desde el campo de fútbol. Yo le saludé con la mano, un poco confusa. Él pareció aún más enérgico, mientras iba acercándose en mi dirección. -¿Dónde va? Pregunté de manera retórica a Carolina. -Pues supongo que a saludarte. Respondió con condescendencia. Bello llegó hasta nosotras y nos dio dos besos a cada una. Y sonriéndome alegremente me preguntó qué tal estaba. Yo estaba muy sorprendida y respondí escuentamente, que estaba bien. -Me alegro. Bueno... ¡espero volver a verte pronto! Y diciendo esto, volvió corriendo al campo. Yo le seguí con la mirada, sorprendida todavía. ¿Cómo era posible que yo hubiese gustado a un chico como Bello? Porque desde luego que, su mote, le encajaba a la perfección. Tenía un bonito rostro y una sonrisa perfecta y ahora que le veía con la ropa de su equipo de fútbol, estaba claro que tenía un cuerpo realmente escultural. -¡Madre mía Shere! Le gustas un montón y es guapísimo. No la respondí y es que, mis ojos acababan de encontrarse con Roberto. Carolina miró hacia la dirección en la que yo estaba mirando y fue entonces cuando él nos descucbrió. Miró hacia nosotras, sonrió e hizo una además con la mano. Carolina le devolvió el saludo, pero yo me encontraba total y completamente petrificada. Y Roberto comenzó a andar. Caminaba hacia nosotras. -Viene hacia aquí. Pude decir a penas con un hilillo de voz. -Por favor Sherezade, comportate. Me dijo por lo bajo Carolina, sin duda sabiendo que, como en otras muchas ocasiones, cuando el chico que me gustaba estaba cerca, me transformaba sin ser consciente de ello, y me comportaba de maneras completamente inapropiadas... como de hecho, estaba a punto de suceder. -¡Hola chicas! Dijo Roberto al llegar a nuestra altura. Yo no le miraba, me había quedado completamente hierática, con la mirada al frente, pero pude ver cómo él se inclinaba y daba dos besos a Carolina. El corazón comenzó a golpearme el pecho furiosamente, a sabiendas de que ahora me tocaba a mí saludarle con dos besos. Sentí que las piernas me temblaban y que todo a mi alrededor daba vueltas. Me llevé las manos al pecho, en un absurdo intento de calmar mi corazón que palpitaba alocadamente. Y entonces, le tuve delante. Mis ojos se clavaron en los suyos y sentí que podría llegar a desmayarme y dejé de ser dueña de mis actos. Él se inclinó para darme dos besos y justo cuando sus labios estaban a punto de rozar mi mejilla, me giré. Me giré y le de la espalda. Le di la espalda y cerré los ojos. Cerré los ojos y pensé: "¿qué estoy haciendo?" -¡Anda, qué chica más antípatica!